Odio el ser dulce y sensible en que me he convertido; odio la fragilidad que me envuelve, el sentimentalismo que irradio y la suavidad que expongo.
Extraño ser dura, ser injusta, las malas palabras y la libertad desvergonzada. Extraño sentir la piel, estimular su sudor, romper los limites mientras realizaba daño consentido. Amaba quebrarme hasta vibrar.
Ser como en realidad soy es algo que la sociedad no permitirá que suceda y me detesto, realmente me detesto por dejarlos sentenciar.
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